Por Francisca Villa Ramos.
1 Recuerdo un pueblo con vida,
un campo alegre y colmado
con labor,
donde hoy soledad anida
viendo que tiempo pasado
fue mejor.
2 Veo mi pueblo apagarse
desde un cerro centenario
con un pino.
Veo una vida alejarse
y un olvido sanguinario
sin destino.
3 Fuesen otrora los pueblos
emanadores de vida
necesaria.
Agricultores con cielos
donde tuviera cabida
su plegaria.
4 Ecos de mil campanarios
reclamando en el vacío
a devotos
que perdieron sus salarios
y entró en sus almas un frío
de años rotos.
5 Rescoldo de chimeneas,
potajes a fuego lento
en pucheros.
Viejas zurciendo con teas,
con mandil amarillento,
agujeros.
6 Griterío de chavales
con balones de badana
en la escuela.
Rayuelas con malabares,
muñecas hechas con lana
por la abuela.
7 Meriendas de chocolate,
de pan, azúcar y vino
en la plaza.
Hoy mi pueblo ya no late
y se pierde en un destino
que no avanza.
8 No hay quintos, ni mascarutas,
ni forasteros pagando
la patente.
No se recogen las frutas
y la yedra va trepando
por la fuente.
9 “De orden del señor alcalde…”
se afanaba el pregonero,
las esquinas.
“Hoy no se da na’ de balde”
protestaba el aceitero,
las vecinas.
10 Gitanos estañadores,
gitanas vendiendo telas,
buhoneros.
No hay cuartos para tractores
y se consumen las velas
por desvelos.
11 Saetas de Viernes Santo,
desgarro de un sentimiento
consagrado.
Euterpes que sin ornato
lanzaban su grito al viento
regalado.
12 ¿Qué fue de aquellas parteras
que sin ciencia nos traían
a la vida?
Sabias matronas certeras
que hoy con dolor nos verían
en caída.
13 Gorrino de San Antón
que de casa en casa hallaba
su pitanza.
“¿Cuántas rifas, don Ramón,
me compra y tiene salvada
la matanza?”
14 Eras colmadas de grano,
olor a mies generosa,
¿dónde han ido?,
si ya no hay fértil verano,
ni cosecha venturosa,
sino olvido.
15 Mecen hoy los girasoles
su danza buscando tierra
de mil manos.
Tristeza de agricultores,
dolor terruño que encierra
sueños vanos.
16 Aceitunas en lebrillos,
botijos en las ventanas,
cernedores.
Artesas pa’ sacar brillo,
lavabos con palanganas
y sudores.
17 Alcuzas para el aceite,
brillantina para el pelo,
esparteras.
“De esos huevos dame veinte,
me voy que tengo en el suelo
las esteras.”
18 “Son malos tiempos, Manuel,
nos ponen poco este año
las gallinas.
Apenas nos queda miel,
nos quedamos sin rebaño,
sin encinas.”
19 Un puntual estío
llena el pueblo de turistas
pasajeros
y un implacable frío
deja en calles y cornisas
su reguero.
20 Un árbol de tronco hueco,
de secretos confidente
y amoríos; tesoro que fundió el fuego
y es hoy testigo silente
de vacíos.
21 ¿Cuántos sueños perecieron
lanzando heridas de olvidos
al vacío?
¡Cuántos deseos se perdieron
en pueblos de muerte heridos
por hastío!
22 Suena una extraña danza,
un baile de niebla oscura
que estremece
y se anuda la esperanza
en la tristeza más dura
que la mece.
23 De Garcimuñoz, Castillo,
viera hoy Manrique murallas
horadadas
y en Uclés un monasterio
que resistió mil batallas
hoy calladas.
24 Como estas coplas, quebrado,
late el sentir de una tierra,
dolor puro.
Añoranza de un pasado,
un presente al que se aferra
sin futuro.
25 ¡Despertad, pueblos de España!
¡Enarbolad vuestra fuerza!
¡Haced ruido!
Que un abandono con saña
no haga que el alma perezca
en olvido.
Detalle campos de amapolas en Villar de Cañas. Fotografía José Andrés.
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