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Foto del escritorAyuntamiento de Villar de Cañas

Relatos seleccionados no ganadores - Dos segundos.

DOS SEGUNDOS, de David Conde.


Yo veo cosas donde no las hay, no sé cómo decirlo…


Acaban de encender las luces de este rígido mundo y ahí, a tan solo dos segundos, te encuentras tan radiante como siempre. La blusa azul añil no te queda tan mal como piensas, de hecho, me encanta. Aunque claro, realmente, me fascina cualquier prenda que lleves y en esta temporada que comienza, la tan ansiada primavera, los colores más vivos empiezan a inundar tu armario. ¡Hoy es el día, sí! Me he decidido. Hoy te invitaré a comer a un buen restaurante, o quizás prefieras ir a ver alguna de las películas que echen en los cines de la ciudad. Quizás…

O… puede que no… Naturalmente que no. No tengo nada que hacer. Estoy inseguro. Más de dos años y ni siquiera te he dirigido la palabra. Es cierto que nos encontramos en círculos diferentes, pero... ¡Ay, no sé qué hacer! Desde aquel día…

Aquel día, recuerdo, nuestras manos se rozaron, sí, -cómo olvidarlo-, a pesar de la oscuridad y confusión del contexto y, desde entonces… -¡Oh, desde esa noche!-, ¿cuántas veces no habré imaginado suaves caricias en esta piel que siento tan fría? Acabaré por perder la cabeza y no quiero eso, no, con una vez bastó. Aquel temido pasado dónde acabé roto… No, no quiero volver a sentir tanto dolor. Pero claro, ¿quién no apostaría todo lo que es por algo que ha calado tan hondo?

Desde esa noche, no he podido dejar de fijarme en ti, en esos pensamientos que de vez en cuando liberabas, en tus idas y venidas… a tan solo dos segundos.

A veces la gente no se da cuenta de que un simple gesto puede crear cielos donde había soledad, aunque no hay que dejarse llevar por la locura. Por eso mismo, nada, ¿para qué salvar esa mínima distancia? No sé ni tan siquiera qué opinión te merezco. Nada pues, me quedaré aquí, inmóvil, como siempre, con mi pañuelo de entretiempo, no vaya a ser que un leve suspiro de aire haga mella en esta voz que no logro articular.

Azul añil, como el cielo que sueño,

como el canto de un viejo árbol

mecido por tus labios…

¡Oh, maldita la vida del que teme! ¡Maldito miedo! Soy demasiado cobarde para hacer lo que quiero… ¡Maldito yo!

Y, mientras mi (des)esperanzado corazón imagina lo imposible, ahí te alzas tú, con ese cuidado cuerpo –imagino que por el ejercicio diario que realizas, o puede que sea tu naturaleza, que, en ese caso, ¡benditas las manos de tu creador! - Cada rincón será un universo sin duda, pero cada vez que te miro permanezco cautivo de los portadores del beso. Una sonrisa con vida propia, diría yo. ¡Ay! ¿Por qué anhelamos siempre aquello que no tenemos? ¡Está decidido! Voy a decirle algo, no pierdo nada…a tan solo dos segundos.

¡Qué es esto! ¿Qué demonios sucede? No puedo moverme, ni siquiera alzar el brazo. ¡Oh, por dios, también mis piernas están clavadas al suelo! ¿Será acaso esto una de esas conocidas parálisis de amor? Sin duda, no puede ser otra cosa. ¡Oh, no, claro! Será una señal, seguro. ¿Qué os pasa, astros, deidades de este falso mundo? ¿Yo no puedo disfrutar de la misma felicidad de la que gozáis vosotros? ¡No, no! Se había encendido una pequeña llama de esperanza en este roto corazón, no podéis arrebatarla tan pronto. Por lo menos, que sean sus palabras las que digan no, pero no vosotros. ¡Me niego! Quizás, si poco a poco me voy balanceando llegue hacia ella… Sí, voy a hacerlo. No es muy larga la distancia, tan solo dos segundos…

¡No! ¡No, no, no! ¡Ahora no me traiciones, cuerpo, no te venzas hacia el abismo de esta firme creación! ¿De qué me sirvió decidirme a… de qué me sirvió enamorarme, si este sueño- porque tan solo ha sido eso- se ha desvanecido más rápido que el humo cuando huye del fuego destructor? ¿Ha merecido la pena? ¡Eh, respóndeme, cosmos! Falso cosmos, quimera velada de unos ojos dormidos… ¡No, no espero tu respuesta, esa que nunca llegará! Ya lo digo yo. ¡Sí, sí mereció cada no paso que di! A tan solo dos segundos, esta soledad, tan mía como de todos vosotros, se ha ido llenando de sentidos, se ha vuelto menos fría. Han pasado por ella el recuerdo de sus labios, sus caricias, una centella de esos ojos –café tostado-, el idílico lugar bajo el viejo árbol, su azul añil… Ha merecido la pena…

Si tan solo pudiera saberlo, conocer todo lo que pienso antes que la profundidad de éste, mi propio infierno, me lleve, descansaría eternamente en paz… a tan solo dos segundos.


En un viejo almacén de una ciudad sin nombre, un maniquí cayó al suelo, rompiéndose en pedazos. Una de las dependientas que ayudó a recoger los fragmentos, colocó el pañuelo de entretiempo que éste lucía en otro de los maniquís del local. Puede apreciarse ahora una ligera sonrisa en el maniquí de blusa azul añil… aunque, ciertamente, yo veo cosas donde no las hay, no sé cómo decirlo…


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